Entrevista a Óscar Rosignoli, pianista hondureño en New Orleans.
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Para quienes estudian la Biblia reconocerán en el Nuevo Testamento, en el libro de San Marcos, versículos 4 al 6, la narración del regreso de Jesús a la tierra en donde se crío, podemos resumirlo con el viejo adagio de “No hay profeta en su tierra”.
Esta frase se vuelve lapidaria cuando hablamos de arte y artistas hondureños.
Ya sea por la pobreza que vivimos en nuestros países, por la falta de acceso a oportunidades de formación o de empleo, lo cierto es que muchos de los grandes artistas hondureños han tenido que buscar suerte en otras tierras, a veces vuelven y cuando lo hacen su retorno recuerda aquel versículo del que hice referencia al inicio: recuerdo aquí ejemplos como Pablo Zelaya Sierra; otras no vuelven y quedan deambulando por el mundo con esa nostalgia de la tierra.
No conozco personalmente a Óscar Rosignoli, este joven jazista de 33 años, originario de San Pedro Sula que vive en New Orleans desde hace 10 años. Conozco sí a algunos de sus amigos músicos en Tegucigalpa, que cuando hablan de él lo hacen siempre con esa resignación de haber perdido un talento.
“Ya no volvió” —dicen, quizás con pesar, pero también con el entendimiento de saber que para un artista que quiere llevar su talento al máximo de sus posibilidades, pronto queda pequeña.
Hace unos cinco años contacté a Rosignoli para hacerle una entrevista para El Pulso. Esa entrevista nunca se hizo. Pero le he seguido la pista y he visto su desarrollo musical y hoy, él y yo, como ustedes que nos escuchan, estamos pasando la misma suerte de encierro. Y cómo Óscar dice en esta conversación, si algo ha desnudado esta pandemia, es nuestra necesidad humana de contacto social, sin quiera por las redes sociales, siquiera por un podcast.
En este programa de hoy en Cartas de la diáspora, hablamos con el músico hondureño, jazista de New Orleans y pianista Óscar Rosignoli. Con él conversamos sobre su llegada a Louisiana, su desarrollo como músico y la costo que la pandemia trae para artistas cómo él que viven del turismo en una de las ciudades más ricas en arte y cultura en el mundo.
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