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GÁLATAS 4. HIJOS ADOPTADOS
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HIJOS ADOPTADOS
Gálatas 4:3 … antes de que viniera Cristo. Éramos como niños; éramos esclavos de los principios espirituales básicos de este mundo. 4 Pero cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley. 5 Dios lo envió para que comprara la libertad de los que éramos esclavos de la ley, a fin de poder adoptarnos como sus propios hijos. 6 Y, debido a que somos sus hijos, Dios envió al Espíritu de su Hijo a nuestro corazón, el cual nos impulsa a exclamar Abba, Padre. 7 Ahora ya no eres un esclavo sino un hijo de Dios. Y, como eres su hijo, Dios te ha hecho su heredero. NTV.
Es un error creer que se puede alcanzar la salvación por cumplir la ley dada por el eterno Creador en el monte Sinaí. Es un error porque nadie puede cumplir rigurosamente con todos los aspectos de la ley, ya que si quebranta un solo mandamiento quebranta toda la ley. Por ende, no alcanzaría la salvación y todos sus esfuerzos para tratar de cumplir la ley, serían en vano. En el pasado, antes de que el Unigénito Hijo de Dios viniera a este mundo para entregar su vida por los pecadores, la sociedad judía tenía que tratar de cumplir la ley para alcanzar la salvación y la vida eterna en el reino de los cielos, pero todos sus esfuerzos resultaban inútiles, ya que constantemente fallaban en cumplir con toda la ley. Los judíos al tratar de cumplir la ley se esclavizaban a ella.
Ante la imposibilidad del hombre para cumplir con todos los aspectos de la ley, cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios en su inmenso amor y misericordia por la humanidad pecadora, envió a su amado Hijo Cristo Jesús a este mundo para que entregara su vida por los pecadores. Cuando llegó el tiempo, y tal como fue profetizado la llegada del Mesías a este mundo, el Unigénito Hijo de Dios nació de una mujer, fue un ser humano de carne y hueso al igual que todos los hombres. Jesús nació como un judío, estaba sujeto a la ley de Dios, y durante su estadía en este mundo, la cumplió en plenitud. Jesucristo no quebrantó ninguno de los aspectos de la ley del Monte Sinaí, sino que lo cumplió rigurosamente con todos. De esta manera Jesús fue el sacrificio perfecto, porque a pesar de que fue totalmente humano, nunca pecó. Su muerte compró libertad para todos los que estaban bajo la esclavitud del pecado y para que pudiesen ser adoptados como miembros de la familia de Dios.
Bajo la ley romana, un hijo adoptivo disfrutaba de todos los derechos legales relacionados con las propiedades de su padre, incluso si anteriormente fue un esclavo. No era un hijo de segunda clase, era igual a cualquier otro hijo, biológico o adoptivo, en la familia de su padre. Con su muerte en la cruz del calvario, Jesucristo hizo posible que los que acepten su sacrificio puedan ser adoptados como verdaderos hijos de Dios. Los redimidos como hijos adoptados de Dios, tienen los mismos derechos de Jesús para con los recursos de Dios Padre; de manera que pueden reclamar lo que ha provisto para todos los redimidos: su identidad total como verdaderos hijos. Los que antes eran esclavos, al aceptar el sacrificio de Cristo se vuelven hijos de Dios y tienen una relación íntima con Él. Gracias a Cristo, no hay razón para que los redimidos tengan miedo a Dios Padre. Pueden acercarse confiadamente a su presencia y llamarlo Abba Padre, esto gracias a que el Espíritu Santo mora en su interior desde el momento de su redención. Ante este acercamiento sin temor, Dios los recibirá como miembros de su familia y les dará la herencia prometida.
Queridos hermanos. Antes de conocer a Jesucristo éramos esclavos del pecado, pero ahora, gracias a nuestra fe en el sacrificio realizado por el Unigénito Hijo de Dios en el madero, somos libres de toda condenación y no solo eso, sino que también somos verdaderos hijos de Dios. Además, somos herederos de todas las bendiciones espirituales. Esta posición en Cristo no fue por nuestros méritos, sino por el sacrificio de Cristo en la cruz, por lo cual siempre tenemos que honrarle y glorificarle. Hermanos.
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HIJOS ADOPTADOS
Gálatas 4:3 … antes de que viniera Cristo. Éramos como niños; éramos esclavos de los principios espirituales básicos de este mundo. 4 Pero cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley. 5 Dios lo envió para que comprara la libertad de los que éramos esclavos de la ley, a fin de poder adoptarnos como sus propios hijos. 6 Y, debido a que somos sus hijos, Dios envió al Espíritu de su Hijo a nuestro corazón, el cual nos impulsa a exclamar Abba, Padre. 7 Ahora ya no eres un esclavo sino un hijo de Dios. Y, como eres su hijo, Dios te ha hecho su heredero. NTV.
Es un error creer que se puede alcanzar la salvación por cumplir la ley dada por el eterno Creador en el monte Sinaí. Es un error porque nadie puede cumplir rigurosamente con todos los aspectos de la ley, ya que si quebranta un solo mandamiento quebranta toda la ley. Por ende, no alcanzaría la salvación y todos sus esfuerzos para tratar de cumplir la ley, serían en vano. En el pasado, antes de que el Unigénito Hijo de Dios viniera a este mundo para entregar su vida por los pecadores, la sociedad judía tenía que tratar de cumplir la ley para alcanzar la salvación y la vida eterna en el reino de los cielos, pero todos sus esfuerzos resultaban inútiles, ya que constantemente fallaban en cumplir con toda la ley. Los judíos al tratar de cumplir la ley se esclavizaban a ella.
Ante la imposibilidad del hombre para cumplir con todos los aspectos de la ley, cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios en su inmenso amor y misericordia por la humanidad pecadora, envió a su amado Hijo Cristo Jesús a este mundo para que entregara su vida por los pecadores. Cuando llegó el tiempo, y tal como fue profetizado la llegada del Mesías a este mundo, el Unigénito Hijo de Dios nació de una mujer, fue un ser humano de carne y hueso al igual que todos los hombres. Jesús nació como un judío, estaba sujeto a la ley de Dios, y durante su estadía en este mundo, la cumplió en plenitud. Jesucristo no quebrantó ninguno de los aspectos de la ley del Monte Sinaí, sino que lo cumplió rigurosamente con todos. De esta manera Jesús fue el sacrificio perfecto, porque a pesar de que fue totalmente humano, nunca pecó. Su muerte compró libertad para todos los que estaban bajo la esclavitud del pecado y para que pudiesen ser adoptados como miembros de la familia de Dios.
Bajo la ley romana, un hijo adoptivo disfrutaba de todos los derechos legales relacionados con las propiedades de su padre, incluso si anteriormente fue un esclavo. No era un hijo de segunda clase, era igual a cualquier otro hijo, biológico o adoptivo, en la familia de su padre. Con su muerte en la cruz del calvario, Jesucristo hizo posible que los que acepten su sacrificio puedan ser adoptados como verdaderos hijos de Dios. Los redimidos como hijos adoptados de Dios, tienen los mismos derechos de Jesús para con los recursos de Dios Padre; de manera que pueden reclamar lo que ha provisto para todos los redimidos: su identidad total como verdaderos hijos. Los que antes eran esclavos, al aceptar el sacrificio de Cristo se vuelven hijos de Dios y tienen una relación íntima con Él. Gracias a Cristo, no hay razón para que los redimidos tengan miedo a Dios Padre. Pueden acercarse confiadamente a su presencia y llamarlo Abba Padre, esto gracias a que el Espíritu Santo mora en su interior desde el momento de su redención. Ante este acercamiento sin temor, Dios los recibirá como miembros de su familia y les dará la herencia prometida.
Queridos hermanos. Antes de conocer a Jesucristo éramos esclavos del pecado, pero ahora, gracias a nuestra fe en el sacrificio realizado por el Unigénito Hijo de Dios en el madero, somos libres de toda condenación y no solo eso, sino que también somos verdaderos hijos de Dios. Además, somos herederos de todas las bendiciones espirituales. Esta posición en Cristo no fue por nuestros méritos, sino por el sacrificio de Cristo en la cruz, por lo cual siempre tenemos que honrarle y glorificarle. Hermanos.
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