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Via Crucis
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Jesús, murió crucificado por nosotros/as. Un acto de puro y verdadero amor. ¿Cómo inspirarnos hoy con ello? ¿Cómo vivir este hecho desde la creencia y la fe en un mañana distinto? Nos tocan tiempos difíciles, nuestras propias cruces pesan demasiado, y las aflicciones personales son a menudo tan dolorosas que preferimos vivir en un mundo desconectado, acelerado, monetario... porque pararnos y pensar en nuestras cruces pesa demasiado... dudamos de poder soportarlo, dudamos incluso de estar acompañados... y eso se torna en un sentimiento insoportable que preferimos esconder y engañarnos haciendo cientos de cosas cada hora, sin pensar y buscando tener más y más. Sin embargo, Jesús nos muestra en este tiempo a través de su sacrificio lo acompañados que estamos, nuestros dolores son los suyos y son los de muchos otros, cercanos o lejanos, que desde la empatía, el cuidado, el respeto... en definitiva, desde el amor, viven pesares muy similares, todos tienen sus cruces, todos las tenemos, y es en el amor donde hayamos la verdadera fuerza y valentía para continuar este hermoso camino de la vida, del amor y de la fe. Su martirio no es el final del camino, uno nuevo comienza con Cristo resucitado. Caminemos pues esperanzados, y que este tiempo que Jesús nos recuerda sirva para seguir inspirándonos y viendo en el amor al prójimo, la salvación nuestra. Porque la vida sólo tiene sentido cuando en el darnos a otro hayamos la razón de nuestra verdadera existencia, tal y como el Señor hizo por nosotros.
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Jesús, murió crucificado por nosotros/as. Un acto de puro y verdadero amor. ¿Cómo inspirarnos hoy con ello? ¿Cómo vivir este hecho desde la creencia y la fe en un mañana distinto? Nos tocan tiempos difíciles, nuestras propias cruces pesan demasiado, y las aflicciones personales son a menudo tan dolorosas que preferimos vivir en un mundo desconectado, acelerado, monetario... porque pararnos y pensar en nuestras cruces pesa demasiado... dudamos de poder soportarlo, dudamos incluso de estar acompañados... y eso se torna en un sentimiento insoportable que preferimos esconder y engañarnos haciendo cientos de cosas cada hora, sin pensar y buscando tener más y más. Sin embargo, Jesús nos muestra en este tiempo a través de su sacrificio lo acompañados que estamos, nuestros dolores son los suyos y son los de muchos otros, cercanos o lejanos, que desde la empatía, el cuidado, el respeto... en definitiva, desde el amor, viven pesares muy similares, todos tienen sus cruces, todos las tenemos, y es en el amor donde hayamos la verdadera fuerza y valentía para continuar este hermoso camino de la vida, del amor y de la fe. Su martirio no es el final del camino, uno nuevo comienza con Cristo resucitado. Caminemos pues esperanzados, y que este tiempo que Jesús nos recuerda sirva para seguir inspirándonos y viendo en el amor al prójimo, la salvación nuestra. Porque la vida sólo tiene sentido cuando en el darnos a otro hayamos la razón de nuestra verdadera existencia, tal y como el Señor hizo por nosotros.
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×Vivimos con tanta prisa y tan inconexos que condenar a otros se ha convertido a menudo en algo tan habitual como respirar. No es fácil tomar conciencia de los hechos que nos rodean... no es fácil dejar de competir, dejar la agresividad irracional y la auto-defensa para protegernos, en definitiva, que difícil resulta ser humilde en un mundo que sólo pide más, más y más... donde el premio del poder puede incluso confundirse con lo eterno... Jesús, aceptó, se entregó, no huyó... en su eterna humildad nos muestra que la ignorancia es cruel, pero más cruel es tener ojos y no querer ver, tener oídos y no querer oir, tener brazos... y no querer abrazar, poder entender y no querer comprender nada... Que este primer momento nos guíe hacia la empatía, y nos permita tomar conciencia humilde y perdonarnos por tantas veces que hemos juzgado por el miedo al juicio de otros y a nosotros mismos.…
Y entonces Jesús cargó con más de una cruz de madera... cargó en sus hombros con todas las nuestras... y pareciera que esas cruces van en aumento. Nos toca pararnos, nos toca observar, escuchar, sentir... hemos perdido los sentidos para hacerlo y debemos recuperarlos. Hemos confundido quizás nuestra brújula, o quizás queremos engañarla para que no parezca que vamos en la dirección incorrecta, que nadie ni nada nos pueda decir que estamos equivocados y es que cada vez más nos relacionamos desde nuestro ego, desde nuestra sobrada soberbia, y menos desde nuestra humanidad... ¿en qué nos convierte eso? ¿acaso no vemos las cruces que eso nos genera? Y es que para esconder esas cruces las cubrimos de poder, de compras compulsivas, de las mejores vacaciones, de la casa más grande... y entonces cuando nada de todo eso es suficiente... la mayor de las cruces aparece... el inmenso vacío ante nosotros... un abismo sin fin que nada puede consolar, nada puede ya taparlo. Aceptemos como Jesús acepto que quizás las cosas no siempre son como queremos, que en el camino surgirán algunas cruces, pero que en ellas, en el pesar de su carga, no estamos solos, aceptemos entonces que Jesús las carga con y por nosotros. Aceptemos su cariño y compañía.…
Tantas veces hemos caído, son tantos los golpes... y entonces suele decirse aquello de “...que cuando uno se levanta, lo hace más fuerte...” ¿pero es eso cierto? ¿No será qué al levantarnos de esas caídas somos fuertes dado qué lo que hacemos es acorazarnos un poco más, con una capa simplemente más gruesa de armadura para qué nada ni nadie pueda volver a empujarnos? Renunciar a nosotros mismos es renunciar a la coraza, la armadura que tras tantas caídas hemos ido construyendo, y que, a más dolor, a más cruces, más gruesa se vuelve... a veces pesa tanto que no nos permite movernos y nos aplasta sólo del peso que tiene. El miedo alimenta esa armadura, si cargo con la cruz, si le sigo... ¿qué me espera entonces? Pareciera que nos quedaremos desnudos... que ya nada podrá calentarnos y moriremos de frío... pero es la armadura la que nos congela... cuando liberados de ella nos entregamos a Jesús, cuando le acompañamos, sentimos de nuevo la calidez de quien vuelve a un hogar acogedor, y eso se transforma en conexión con otros, en acompañar a otros en su camino, volvemos entonces a casa…
Siento lo que otro siente... aunque no siempre... a veces es difícil ponerse en el lugar de otro... a veces acompañar el sufrimiento ajeno nos acerca demasiado al filo de una navaja cortante y afilada que puede desgarrarnos... y es que detrás de la empatía viene lo valiente... las dos se necesitan mutuamente para florecer juntas. Y de repente, tras una pandemia que apenas empezamos a entender que nos hizo a todos igual de vulnerables, ahora comenzamos a sentir la crueldad de una guerra y surgen de ella tantas madres y mujeres ejemplares, luchadoras y valientes... donde sus hijos e hijas, víctimas inocentes de la crueldad y la codicia, encuentran consuelo, valor, aliento, pero sobre todo amor para seguir caminando. La injusticia se hace presente en nuestra actualidad con fuerza, pero con más fuerza aparece la valentía con empatía, y la empatía con valentía, cargadas de ese amor sincero y eterno que da vida, que cuida y que vela sin desvela a otro.…
1 V ESTACIÓN - Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz 2:02
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2:02¿Cuántas oportunidades tenemos cada día de dar compañía y cuidar a quienes sufren? ¿Cuántas veces pensamos que, si tuviera otro tipo de trabajo, de barrio, de vida... entonces ayudaría a otros...? ¿Acaso no ves a menos de un metro de ti cada día a alguien que con un gesto de consuelo, una caricia, un abrazo... se sentiría reconfortado? Jesús nos enseña constantemente la sencillez y paz de los pequeños gestos, y es que cuanto consuelo él da al ciego, al pobre, al excluido... y es qué... ¿para él qué está sólo no será el mayor de los regalos estar acompañado? ¿para él que llora no será lo más apreciado un abrazo? ¿para con quien nos hemos enfadado no será un magnífico regalo tu perdón? Tenemos todo lo que podemos necesitar para ayudar a otros, conectemos con la sencillez del acompañar a otros, es en esos actos donde podemos cambiar el mundo.…
1 VI ESTACIÓN - La Verónica limpia el rostro de Jesús 2:17
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2:17¿Somos nosotros mismos? ¿Nuestros actos están condicionados a qué dirán otros de mí? ¿Cuántas veces es mi corazón quien mueve mis actos? ¿Cuántas veces es mi fe la que me impulsa? La Verónica no dudó y siguió su corazón, un amor superior a ella que la impulsó valientemente hacía Jesús pese a los peligros que eso le pudiese traer. Limpió su sudor y su sangre... Quizás ella incluso vio en la sangre de nuestro Señor, la suya propia, su sufrimiento quizás le desgarro su propio corazón... No podemos permanecer impasibles ante el sufrimiento ajeno por más tiempo... debemos volver a ser nosotros mismos, debemos revelarnos ante la indiferencia. Seguro nuestro corazón no sabe nada de fronteras, muros, aduanas o barreras; seguro nuestro corazón ayuda a la gente que viaja en una patera y está sedienta, seguro acoge al que se ha quedado sin nada y abraza al que llora desconsoladamente. Si nuestra fe y nuestro corazón nos guiaran no habría ya más guerras, porque no habría espacio para nada más que no fuera el amor.…
Y a veces volvemos a caer... como los árboles dejan caer sus frutos al suelo... algo de fe acompaña al árbol en las caídas al suelo de sus retoños, porque lo hace con el fin de que alguno de ellos se convertirá en un árbol fuerte y grande como él... pero ni siquiera sabe cuando se desprenden de sus ramas donde acabarán... sin embargo confía en que todo irá como debe de ir... El árbol, tal vez con una inteligencia que no llegamos a entender, sabe que para sus vástagos le sucedan deberá generar miles de semillas, quizás con suerte, una o dos, salgan adelante, quizás una o dos se conviertan en árbol... pero es probable que él nunca lo llegue a ver... Que importante entonces será vivir esta lección que nos deja la Creación representada en árbol, y es que el nacimiento, el cambio, la transformación, esta frente a nosotros... y en la mayoría de ocasiones, deberemos caernos renunciantes, aceptando... y con fe, en un nuevo florecimiento,entregarnos. Jesús caía por segunda vez en un camino que le llevaba a un final inevitable. En su muerte, estaba la confianza en un nuevo renacer para nosotros. Su entrega nos transformaría, como la semilla de trigo se transforma en vida que nos da alimento.…
1 VIII ESTACIÓN - Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén 2:33
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2:33Jesús, compasivo, olvida su dolor, por el dolor de otros. Cantidad de actos compasivos nos abruman en estos días. Una solidaridad desmedida... y es que la solidaridad no puede existir sin compasión. Es en el deseo de aliviar el dolor de otro donde la compasión hace presencia, y esa presencia se manifiesta en actos de amor solidario. La actualidad dramática nos hace conectarnos con la compasión, una compasión fácilmente olvidada... y es que en el tiempo del imperio de las redes sociales y de su contenido de diez segundos, tiene difícil la compasión permanecer de forma prolongada, y lo que ayer me conmovió... hoy ya no llama mi atención. Debemos ser capaces de convivir con la compasión a diario, es necesaria, sin ella, no somos más que meras piedras... piedras que devoran series y películas en plataformas digitales para olvidar el frío que produce haberse convertido en un ser inerte y vivir desconectado en la era de lo conectado. Jesús, ni atravesando el mayor de los sufrimientos, desconecta... él no se rinde, su compasión por nosotros demuestra lo mucho que nos ama…
¿Con cuánta agresividad y violencia convives a diario? ¿te definirías cómo una persona agresiva? Es necesario que te detengas y veas con espíritu auto-crítico tu comportamiento y tu manera de actuar... no te vayas lejos, observa tu última hora vivida y piensa si en tu pensamiento, en tus actos ha aparecido la violencia... la agresividad... quizás también la crítica y el juicio a otros, quizás también ese juicio era hacía ti... y es que... ¿tanto hemos normalizado la agresividad en nuestras vidas? ¿Tan sencillo es ya agredir a otro que apenas ya somos conscientes de qué lo estamos haciendo? Lo agresivo no es sólo un golpe, es una palabra, es un simple gesto o es la ausencia de ellos. Jesús, nos muestra una vez más el valor de la amabilidad, y es que incluso, amenazado y herido, se torna amable, hacia sus agresores y hacia nosotros, que en demasiadas ocasiones normalizamos la agresión y no vemos en ella la herida que causa.…
1 X ESTACIÓN - Jesús es despojado de sus vestiduras 2:31
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2:31Y de repente... sin previo aviso nos quedamos sin nada... Nuestra falsa seguridad fundamentada en el tener y poseer, en el poder ilimitado, es realmente muy frágil... y es que la vida cambia en un segundo. Pensamos en que tenemos todo lo que necesitamos, pero un día nos despojan de todo... de nuestro trabajo, de nuestra casa, de nuestro dinero, de nuestra ropa y sentimos tanto dolor que pareciera que nos hubiesen arrancado nuestro propio corazón. Pero donde reside la verdadera seguridad es en la fuerza interna, la fuerza que Jesús nos da para convivir y aceptar los cambios; ese “quedarnos sin nada” tal vez sea para que recuperemos y asignemos el verdadero valor y riqueza a lo verdaderamente importante. Y es que los vestidos, las posesiones, nuestra seguridad monetaria no es nada sin el amor de una madre, de un padre, el abrazo de un hijo/a, el ayudar a otros que nos necesitan... es en el amor quien verdaderamente puede cubrir nuestro cuerpo desnudo.…
Los clavos con los que atravesaron su carne eran algo más que hierro... en ellos había ira, odio, violencia, miedo, dolor, injusticia, vergüenza... ¿Cuántos clavos seremos capaces de soportar nosotros mismos? ¿Cuántos seguiremos clavando? Jesús se entrega aquí a la bondad del Padre, inevitablemente su vida llega a su fin, y aún en ese extremo se muestra bondadoso. Que hermoso combate puede ofrecernos la bondad contra esos fríos y ensangrentados clavos... y es que la bondad rezuma energía sanadora, nos hace fuertes, nos conecta con nuestros semejantes…
Y que poco tiempo dedicamos a aprender a morir y cuanto a tantas otras cosas, cuando lo primero es lo único que tenemos asegurado, donde vida y muerte forman un todo inseparable. Y es por eso que cada día lo hemos de vivir pensando en que es el último, sin facturas pendientes. Así fue la vida de Jesús, vivió sabiendo que alcanzaría el Reino de los cielos, y que a su Padre se entregaría. Se dió con devoción a otros, ayudo, amó y por ello fue amado y querido también, las consecuencias que su amor trajese no le pesaran, pues salían de una pureza jamás antes vista. Al final de todo, cuando el último aliento se nos escapa... siempre hay amor. Quien llora al ser querido que emprende el camino a la vida eterna, lo hace por amor, es tristeza la que siente, pero la tristeza por la pérdida está inseparablemente ligada al amor. A veces no recordamos lo mucho que amamos a alguien hasta que se marcha... sentimos lo mucho que no hemos dicho, todo lo que nos quedó por “vivir”... ... ojalá amemos más y mejor en la Vida.…
Es la muerte aquella que nos iguala... “ a ricos y a pobres”, no importa el previo... la muerte llega inexorable y nos iguala a todos. Y poco importan muchas de las cosas y preocupaciones diarias cuando el final se acerca... Cosas que parecían un poco de tiempo atrás imprescindibles, cosas materiales, pero también otras de nuestra esencia más externa... ¿Cuántas veces has deseado un cuerpo distinto? ¿Ser más alto, más delgado, más moreno, más de esto, menos de aquello...? ¿Cuántas veces has sentido qué no eras perfecto? ¿Cuántas veces has sentido qué estabas incompleto? Y lo cierto es que cuando el final llega todas estas preguntas pierden el sentido... quizás es que nunca lo tuvieron. ¿Crees qué en tus últimos momentos te formularás esas preguntas? O incluso... ¿Crees qué quién vele tu cuerpo ya sin vida se preguntará alguna de ellas? Cuando descendamos de nuestra cruz particular, ya carecerán de todo sentido... se habrán desvanecido, vivamos pues sin ellas, dejemos que lo superficial, el narcisismo, nuestro ego se vayan; que cuando emprendamos el camino a la Vida eterna lo hagamos en la compañía de quienes nos amaron por ser nosotros mismos sin las cruces que padecimos.…
1 XIV ESTACIÓN - Jesús es puesto en el sepulcro 2:48
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2:48Y algunos de quienes le amaron, le cubrieron, le acompañaron, no abandonaron. Y ese huerto... que nos recuerda que de la muerte surge la vida, que de la semilla nace la planta, y que la planta crece fuerte porque otros la cuidan y acompañan. A menudo desconfiamos de poder ser diferentes, de cambiar, de que aquello que sabemos nos hace infelices o desdichados desaparezca... a veces dudamos de nuestra fe... necesitamos pruebas fehacientes de que nuestros actos llevarán aparejado un resultado. En el huerto siembra el hortelano con la fe de que lo plantado germinará y le dará buenos frutos. Confía en ello. Sabe incluso que a veces puede ocurrir que la planta salga torcida, que no de tanto como espera, o que no finalmente no llegue ni a florecer, pero sigue el hortelano con su trabajo, sembrando año tras año, él tampoco abandona. Y como el hortelano, la familia, los amigos... ellos siembran en ti su amor con la confianza de tu florecimiento... saben que a veces tendrás enfados, tristezas, dolor, ira, miedo... pero confían en que darás frutos buenos... en definitiva, tu huerto será un también huerto de amor.…
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